EDITORIAL - Un oasis en medio del desierto
- Editor
- Nov 26, 2019
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de Javier Grande Cantos
No descubrimos nada si decimos que Cuenca es una ciudad pequeña en la que las oportunidades son más que escasas. Extrapolando esta situación al ámbito deportivo nos encontramos con la difícil tarea de lograr grandes éxitos en las diferentes disciplinas deportivas que se desarrollan en la capital conquense. El discurrir por las categorías más bajas es una tónica que se da de forma general en el deporte local. Que el tamaño de la población conquense no sea lo suficientemente elevado como para que aparezcan deportistas de un alto nivel en grandes cantidades o potentes empresas que puedan financiar proyectos puede ser uno de los motivos, si no el que más, que influye en que la situación sea la presente.
Sin embargo, existen honrosas excepciones como el Liberbank Ciudad Encantada que ayudan a paliar una situación que se antoja preocupante. El conjunto conquense se ha instalado en lo más alto del balonmano, codeándose con lo más nutrido de la liga ASOBAL y alcanzando competiciones europeas. Un deporte que es minoritario respecto a otros pesos pesados se ha convertido en el más seguido en una ciudad que vive por y para el balonmano. Si a ello le sumamos la conexión que se ha establecido entre plantilla y cuerpo técnico y los aficionados, nos encontramos con un cóctel demoledor.
Jugadores como Martín Ariel Doldán, pívot de este Liberbank y elemento clave en el esquema de Lidio Jiménez, son la personificación de cómo el equipo no ha parado de crecer desde esa temporada 2016-17 previa al salto de calidad. Él mismo lo dice: “Creo que dimos un gran paso adelante el mismo año que llegué, ya que el anterior el equipo logró no descender en las últimas fechas y al año siguiente quedamos sextos a un punto de entrar en Europa. De ahí en adelante pudimos mantener esa posición de estar en la parte alta de la tabla, cosa que no es nada fácil”. No sabemos hasta dónde pueda ser capaz de llegar el equipo o qué pueda suceder en el futuro, pero una cosa sí que está clara: el balonmano nos ha situado en el mapa. Y como se suele decir, que nos quiten lo bailao.
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